El Conde huele a jarras de cerveza, cigarrillo, tabaco y café. El Conde de Peñalba es uno de los lugares que todos vemos al caminar las estrechas calles de la Zona Colonial.
Mientras degustas algún plato típico y ves el sol ocultarse, escuchas conversaciones en inglés y algunos dialectos del español de América Latina. Unos parecen locales, escapados de la rutina laboral un martes de octubre. Otros, parecen latinos, europeos o gringos. Muy pocos son asiáticos.
Las largas hebras de cabello negro, ojos castaños, cabello rubio, ojos azules, verdes, largas piernas, y la vida alegre inundan la ciudad patrimonial de República Dominicana. Me refiero a la calle El Conde, tan concurrida y antigua como un banco financiero el día 30 de cada mes.
La Destilería se escapó al restaurante Conde de Peñalba y ¡cuánto lo disfrutó!
Para viajar y disfrutar de los pequeños momentos no es necesario tener una cuenta de ahorro de 12 ceros. Solo es organización, planificación financiera y voluntad.
Le recomendamos sentarse en la galería, disfrutar del ambiente, imaginar las historias de los extranjeros y tener una cita con un amigo. Los camareros son atentos, te orientan sobre la especialidad de la casa y brindan café (hay que pagarlo).
En esta ocasión ordené unas papas fritas por RD$175; pasta bolognesa por RD$495; un jugo de chinola por RD$169; y, por supuesto, su tradicional cheesecake de chinola, RD$295. Hizo RD$1,134.
Querido lector, ordene y deguste el cheescake. ¡Ríquisimo! Su sabor dulce y agrio activan el paladar en un cúmulo de emociones.
Pero, querido suscriptor de La Destilería, hay que agregar el 18% de Itbis por RD$204 y el 10% de impuesto con RD$113. El total fue de RD$1,452 o US$29.
¿Caro? Es subjetivo, pero debemos valorar que los dominicanos somos turistas en nuestro propio país, los precios están en dólares y el menú no cuenta con los impuestos incluidos.
Propuesta
Soy de la que cree que debemos conocer como la palma de nuestras manos a República Dominicana. Descubrir esas cafeterías o restaurantes tradicionales, que siempre vemos cruzar al pasear llenas de turistas. Degustar los platos que solemos hacer en casa, pero en un lugar diferente. Conocer para vivir. Vivir para sentir. Sentir para amar. Amar para ser felices. Ser felices para amar la vida.
Sobre todo, tener la oportunidad de salir de la rutina.
Hay que darse un gustico, una escapada o una desconexión, sin sacrificar nuestras finanzas personales. Pero, sobre todo, viajar a través de la gastronomía durante un par de horas. Nos llevamos a la tumba las experiencias que vivimos. Nuestra memoria telefónica se llena con recuerdos. Y nuestra alegría se compone por los momentos vividos, solos, con amigos, en pareja, con la familia, con colegas.
¿Volveremos? ¡Claro!
Este restaurante lo hemos recomendado por su oferta de desayunos, ideal para detenerse unos minutos luego de salir a bailar hasta que salga el sol del Museo del Ron y Parada 77.
Anímate a ir, y cuéntanos… ¿Qué te pareció?